¿Y  ahora dónde meto yo todo esto?



En ocasiones las respuestas se esconden tras las situaciones más cotidianas. Le das vueltas a las cosas, reflexionas, tratando de potenciar y alentar la creatividad en busca de sinergias que te permitan ofrecer ventajas que te hagan mejorar. A veces la idea se muestra esquiva. Sabes que está ahí, agazapada tras otros pensamientos, camuflada entre las preocupaciones del día, esperando el instante idóneo para hacer acto de presencia y disfrutar de su momento de gloria.  

La espoleta de esta bomba en particular estalló por casualidad, hace unas semanas, en el transcurso de una visita de cortesía a un viejo amigo y buen cliente de La Bolsera. Su empresa, una pequeña distribuidora de material clínico y fabricación de aparatos de laboratorio fundada hace más de cincuenta años, es una pyme que se bate a muerte cada día en el trémulo alambre de un sector dominado por un par de conocidos gigantes del mercado que operan desde monstruosas naves industriales con una extraordinaria capacidad de almacenaje y logística.

 Nuestro viejo amigo y cliente conoce bien su trabajo. Sus aparatos de laboratorio gozan de prestigio entre universidades y pequeños laboratorios, pero su centro de operaciones es un taller de apenas cincuenta metros cuadrados con una reducida zona con estanterías metálicas habilitadas como almacén, todas ellas repletas de aparatos empaquetados, listos para venderse. Material de calidad, pero con un stock exiguo.

En el transcurso de mi visita, el taller en cuestión recibió la entrega de un pedido de su planchistería metálica de confianza, tres palets bien atiborrados de carcasas metálicas de sus nuevos modelos de Bombas peristálticas para laboratorio.  Recuerdo bien la expresión de agobio de nuestro amigo, aunque lo que más me llamó la atención fue la frase lapidaria que masculló al ver los palets,

—¿Y ahora dónde meto yo todo esto?

La idea saltó en mi cabeza impulsada por un resorte que no ha dejado de activarse desde entonces. ¿Cómo afecta la escasa capacidad de almacenaje a una pequeña empresa que lucha día a día contra una competencia feroz? ¿Cómo condiciona su volumen de pedidos, a su capacidad de negociar descuentos y mejoras de precios con sus proveedores, el hecho de no poder solicitar demasiado material para no colapsar el puñado de estanterías metálicas que le hacen de almacén? Y lo que me resultaba más motivador, ¿Qué podemos hacer nosotros desde la Bolsera para ayudarles?

Fue así como se cimentó una idea que en realidad ya rondaba por nuestras cabezas desde hacía tiempo.  Acompañar al cliente en su singladura comercial, colaborar codo con codo, ofreciendo un servicio integral en el que destaca la posibilidad de almacenar sus pedidos sin costo alguno durante un período de seis meses, medio año durante el que podrán ir recibiendo su material hasta en cuatro expediciones. Resulta una iniciativa estimulante, una forma pragmática de colaboración que viene a consolidar nuestros servicios de fabricación, personalización, entrega, control de stocks y reposiciones. Un método infalible para evitar que alguien vuelve a preguntarse… ¿Y ahora donde meto yo todo esto?

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